El mercado laboral en México: cómo liberar la creación de empleos.

Si algo hemos aprendido las mujeres que decidimos emprender, trabajar desde casa o adaptarnos a nuevas etapas de la vida (como la maternidad), es que el mercado laboral en México no está diseñado para la libertad, sino para la rigidez. En teoría, las leyes laborales nos “protegen”. En la práctica, muchas de esas protecciones terminan excluyéndonos, encareciendo la contratación y sofocando la innovación.

Aquí no solo hablaré desde el análisis económico, sino desde mi experiencia personal y profesional. Porque mientras las autoridades regulan desde escritorios llenos de sellos y oficios, millones de personas vivimos las consecuencias de un sistema que penaliza la flexibilidad y desincentiva la generación de empleo.

Un marco legal diseñado para otra época

El marco legal laboral mexicano parte de una visión paternalista del Estado. Se basa en la idea de que el trabajador es siempre vulnerable y el empleador siempre opresor. Bajo ese lente, cada ley nueva intenta “equilibrar” la balanza imponiendo más cargas a quien genera empleos: aguinaldos, vacaciones, bonos, cuotas, horarios rígidos y reducidos, obligaciones fiscales complejas, y más recientemente, reglas de teletrabajo con costo adicional.

Estas medidas tienen una intención noble en el papel, pero su verdaderas intenciones son meter la mano en mas bolsillos ajenos y sus efectos son contraproducentes:

  • Dificultan la formalización de trabajadores.
  • Desincentivan la contratación, sobre todo en pequeñas y medianas empresas.
  • Incentivan el subempleo o la informalidad, que ya abarca a más del 55% de la población económicamente activa.

Peor aún: muchas de estas regulaciones ignoran por completo las nuevas dinámicas laborales, como el freelanceo, el trabajo remoto, el trabajo por proyecto o el emprendimiento digital.

Contratar en México es un acto heroico

Pongámonos en los zapatos de una emprendedora que quiere expandir su negocio contratando a una asistente. De entrada, debe enfrentar una maraña de trámites en el SAT, el IMSS, la STPS y más. Luego viene el cálculo de prestaciones, seguros, riesgos de demandas laborales si la relación termina mal, y por supuesto, el pago de impuestos, cuotas obrero-patronales, y un largo etcétera.

Así, cada nuevo empleo formal se vuelve un lujo, no una oportunidad.

Es común que pequeños negocios opten por no contratar o mantener relaciones “por fuera” para no verse ahogados en trámites. Lo irónico es que esto no solo afecta al empleador: el trabajador también pierde acceso a mejores oportunidades de crecimiento, estabilidad y capacitación.

El trabajador quiere opciones, no protecciones impuestas

La ley trata a adultos como niños indefensos, pero el trabajador promedio en México no es tonto. Sabe negociar. Sabe cuánto vale su tiempo. Muchos, sobre todo jóvenes y mujeres, preferirían tener libertad para pactar horarios flexibles, sueldos por proyecto o incluso acuerdos mixtos entre salario y comisión.

¿Entonces por qué el gobierno no lo permite?

Porque el Estado no confía en nosotros. Cree que solo sus normas protegen. Pero la verdad es que las mejores relaciones laborales se basan en acuerdos voluntarios, no en imposiciones legales. La libertad laboral no significa explotación; significa que ambas partes pueden construir condiciones justas según su contexto y necesidades.

Casos reales: lo que la ley no contempla

Desde mi experiencia como madre y activista, he conocido historias como esta:

  • Una mujer embarazada que no consigue empleo porque los empleadores saben que legalmente deben darle 12 semanas de incapacidad pagada, y eso representa un costo que no pueden asumir.
  • Una madre que prefiere trabajar medio tiempo desde casa, pero no puede acceder a un contrato formal porque la ley laboral no contempla su modelo de trabajo.
  • Un papá que quiere pactar vacaciones largas sin sueldo para cuidar a sus hijos, pero la rigidez legal no lo permite.

En todos los casos, la solución no era más regulación, sino más libertad para pactar condiciones distintas.

¿Cómo sería un mercado laboral verdaderamente libre?

Imaginemos un México donde:

  • Cualquier persona pueda pactar libremente las condiciones de su trabajo con otra, siempre que haya consentimiento mutuo.
  • Las prestaciones no sean obligatorias por ley, sino parte de una negociación transparente. Porque admitamoslo, las prestaciones de ley (IMSS, Infonavit, Afores) se quedan cortas comparadas con las opciones que nos ofrece el libre mercado.
  • Los contratos por proyecto, freelance o híbridos sean perfectamente válidos y no penalizados por el SAT o la STPS.
  • Los sindicatos no sean monopolios obligatorios, sino organizaciones voluntarias que compitan por ofrecer mejores servicios a sus agremiados.

Un sistema así no eliminaría derechos, los multiplicaría. Porque al haber más opciones, habría más innovación, más inclusión y más oportunidades para quienes hoy están fuera del mercado formal.

¿Y la maternidad?

Aquí entra una de mis luchas personales: la licencia de maternidad.

Actualmente, la ley contempla solo 12 semanas para las madres mexicanas (6 antes del parto y 6 postparto). El gobierno lo considera un “derecho garantizado”, pero en realidad es insuficiente para una recuperación física y emocional plena. Además, representa costos y tramites que desalientan la contratación de mujeres en edad reproductiva.

En lugar de pedir al gobierno que imponga más obligaciones, propongo algo distinto: que el empleador y la empleada puedan planear juntas un fondo de ahorro previo al parto, prorratear el sueldo y extender voluntariamente la licencia. Ó deduccion de impuestos a aquellos empleadores que VOLUNTARIAMENTE ofrezcan licencias de maternidad mayores a 12 semanas.

Esto es parte de la campaña que desarrollo bajo el proyecto Allianza Mamá, una iniciativa para cambiar la conversación sobre maternidad, empleo y libertad. Porque no queremos favores del Estado, queremos herramientas para negociar mejor.

Conclusión: liberar el empleo es liberar la vida

El trabajo no es solo una fuente de ingresos. Es parte de nuestra identidad, independencia y desarrollo. Cuando el Estado interfiere en cómo, cuándo, donde y con quién trabajamos, interfiere también en nuestras posibilidades de ser libres.

Eliminar regulaciones absurdas no significa abrir la puerta al abuso. Significa abrir la puerta al acuerdo, a la innovación y al respeto mutuo. Es hora de tratar a los ciudadanos como adultos capaces de pactar, decidir y prosperar sin que el gobierno les diga cómo hacerlo.

El México que queremos no necesita más leyes laborales. Necesita más libertad para trabajar.

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