El Mundial 2026 no debería celebrarse en México

La represión, persecusión y criminalización de jóvenes manifestantes mexicanos por parte de Claudia Sheinbaum y su gobierno, a partir del pasado 15 de noviembre, seguramente sin desearlo colocó nuevamente bajo los reflectores y en la discusión pública las reales aptitudes de México de ser un digno coanfitrión de la próxima Copa Mundial de Fútbol 2026.

Como sabemos, México fue seleccionado como coanfitrión, junto a EEUU y Canadá, en el pasado 68º congreso de la FIFA, en junio de 2018, en Moscú. Así, la Copa se inaugurará dentro de alrededor de 200 días, el próximo 11 de junio en el Estadio Azteca y México será anfitrión de 13 partidos en la Copa, en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.

Será un evento de muchísimos retos y exposición pública. Al respecto, la Copa Mundial de Futbol es el evento deportivo más visto en el mundo, rivalizando solo con los Juegos Olímpicos, y por encima de otros, como el Super Bowl, por ejemplo, o de otros espectáculos globales como los Oscares (con 19.7 millones de espectadores en la ceremonia de 2025). La pasada Copa Mundial de Catar que se celebró en noviembre y diciembre de 2022, fue la Copa más más seguida de la historia, contando con 3.4 millones de asistentes, de los cuales 1.4 fueron turistas extranjeros, provenientes sobre todo de Arabia Saudí, India, Estados Unidos, Reino Unido y México. Quatar tuvo 5 mil millones de teleespectadores en todo el mundo, que interactuaron a través de todos los medios de comunicación (televisión, radio, medios digitales, redes sociales y plataformas). Y la final Argentina vs Francia atrajo a 1,420 millones de espectadores, la audiencia mas grande de la historia, según el Informe de Audiencias y Participación Global de la FIFA.

El alcance de un evento como la Copa va mucho más allá de los propios estadios y de las pantallas de televisión. Estos espectáculos de masas tienen el poder de influir en la cultura, en la economía, en la diplomacia internacional e incluso en la identidad nacional y en la percepción de los países en el contexto internacional. Cuando un país organiza un evento deportivo de talla mundial como éste o los Juegos Olímpicos, se convierte forzosamente en el centro de atención internacional, porque además el planeta entero se sincroniza para ver los partidos. Es el fenómeno deportivo global y mediático por excelencia.

México ya había organizado los Mundiales de Fútbol de 1970 y de 1986, en un contexto no de tantas expectativas y muchísima menos atención y presión, y salió muy bien librado. En el Mundial 2026 participarán 48 selecciones, mientras que 1970 solo hubo 16 equipos, 24 selecciones en 1986, y 32 equipos en la edición anterior de 2022 en Qatar.

El Mundial de Qatar 2022 no fue sólo una vitrina masiva, sino también un evento muy polémico y de enorme retos. Recordemos solo las frecuentes denuncias y quejas internacionales con relación a los Derechos Humanos o las condiciones laborales en ese país, o requisitos como la “sostenibilidad” del mismo, según el Informe de Sostenibilidad presentado por la FIFA y al que le establecerieron condiciones como lograr el Certificado ISO 20121 y establecer un mecanismo de reclamación de DDHH.

¿México saldría bien librado hoy si se le aplicará la misma dureza en esos rubros de Derechos Humanos o Sostenibilidad? Seguramente no. Un país que persigue y encarcela a sus jóvenes por protestar contra sus gobernantes, o que devasta media selva en el sureste para levantar un infame, inservible y mal construido Tren Maya, fantasía del oligofrénico ex presidente López Obrador, no puede salir bien librado y ni siquiera podrá ocultar todo eso bajo la alfombra, a 200 días de la inauguración del Mundial.

A ello súmele la deplorable situación de la infraestructura de Ciudad de México, ciudad donde hace apenas unas cuantas semanas hubo 32 muertos y 70 heridos en la explosión de un transporte con 49,500 litros de gas LP, provocada presumiblemente por el mal estado de la carpeta asfáltica. Una ciudad donde se derrumbó hace 4 años un tramo de la línea más reciente del Metro, la Línea 12, con 26 personas muertas y 103 heridas, episodio por el que a la fecha no hay un solo detenido ni procesado por las deficiencias causantes de la tragedia: falta de mantenimiento o defectos de construcción. Y donde hoy, después de una temporada típica de lluvias, siguen inundadas algunas colonias después de que hace dos semanas. concluyó lo peor de la temporada anual de lluvias.

Adicionalmente, en un gran operativo policiaco reciente contra un grupo delictivo llamado el Comando Vermhelo, por parte de autoridades de la ciudad brasileña de Río de Janeiro, resultó en 130 muertos, en una tragedia con graves connotaciones políticas y externas; el Comando Vermelho sirva decirlo, es un grupo que nació como una organización de izquierda, que se transformó en un poderoso grupo criminal y un cártel del crimen y del narcotráfico.

La tragedia en Río de Janeiro, debe ser una advertencia para México: la Ciudad de México es el corazón económico y logístico del evento internacional en nuestro país , y es la ciudad más expuesta a un desastre operativo por los problemas y descuido de su infraestructura y también porque seguramente el evento será usado por grupos organizados para chantajear y llamar la atención internacional. No se necesita ser un genio para preverlo.

Las crecientes movilizaciones dentro de la UNAM y sus planteles, las sanciones del gobierno de Trump contra el Aeropuerto Felipe Angeles, y la conflictiva situación de movilidad y delincuencia en Ciudad de México deben verse también dentro de este contexto de enorme retos de cara al Mundial. El episodio de Rio debe leerse como una seria advertencia de lo que pudiera suceder.

La ciudad de México es rehén un día y otro también de grupos de facinerosos y chantajistas, como hemos visto en los recientes bloqueos de transportistas, campesinos y la mafia sindical del magisterio, o en la violencia del pasado 2 de octubre (en la conmemoración del 57 Aniversario de las protestas estudiantiles de 1968) y además, en las recientes protestas violentas contra la “gentrificación” y el “nomadismo digital” en la colonias Roma y Condesa y en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Esos episodios de esporádica pero continuidad conflictividad social, muestran por desgracia que la ciudad de México no está preparada para ser a vitrina del Mundial 2026, y que capitalinos, visitantes y espectadores están expuestos a una tragedia, gracias a grupos criminales sin control, aliados del gobierno de izquierda, y a su propia ineptitud.

Hay el riesgo cierto y hasta podríamos darlos por seguro, de episodios de extrema violencia y protestas. México es un país fracturado en su cohesión y con enorme desconfianza y descomposición institucionales. El sangriento episodio de Rio de Janeiro puede advertirnos de los riesgos que enfrentará México en los próximos meses, cuando la presión de seguras protestas sociales, a manos de los violentos como la CNTE, el Bloque Negro, carteles y organizaciones criminales, la acción del crimen organizado y la enorme vulnerabilidad en servicios e infraestructura en CDMX coincidan todos juntos con la atención internacional por el Mundial de futbol.

Cualquier incidente o agresión en el marco del Mundial 2026, reportaría un grave daño adicional en la ya maltrecha imagen del país y en su credibilidad externa. Y las consecuencias jurídicas y reputacionales podrían traducirse en sanciones e investigaciones internacionales, sin contar los irreparables daños en vidas y propiedades, y la mayor pérdida de legitimidad política doméstica por parte de Claudia Sheinbaum y su régimen.

Todo este contexto ha sido desoído por el gobierno mexicano y no se aprecian reales esfuerzos por incrementar seguridad, reparar y renovar infraestructura, así que el escenario para una tragedia está servido. Lo que no debiera implicar igual desatención por parte de la FIFA y otros gobiernos, para hacer un serio llamado para mejorar estos aspectos o incluso, como ha venido amenazando Donald Trump, recalendarizar y reubicar los partidos en México, ante el cuadro de inseguridad, desorganización y grave conflictividad social.

Los aficionados mexicanos al futbol seguramente lamentaríamos esto, pero los posibles daños a su integridad y a la de otros aficionados, es un riesgo que México no está en posición de correr. A la larga podrían agradecer la cancelación del evento mundial, cuando menos en Ciudad de México.

Video de Víctor H. Becerra sobre el mismo tema:

Víctor H. Becerra

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