La reciente victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos ha generado un sinfín de análisis sobre el estado actual de la sociedad estadounidense. Muchos observadores señalan que el descontento de la población con el “wokismo” fue la causa principal de este triunfo, pero esta lectura parece superficial. En realidad, lo que llevó a Trump de nuevo al poder no fue una reacción cultural, sino una decisión económica impulsada por el instinto de supervivencia. En un contexto de alta inflación y creciente incertidumbre, los votantes buscaron un líder que pudiera garantizar estabilidad económica y, en última instancia, dinero en sus bolsillos y alimento en sus mesas. En este sentido, el enfoque económico de Trump, que promete crecimiento y seguridad económica, resultó más atractivo que las propuestas de la administración de Biden-Harris, que parecía enfocada en temas culturales y sociales, dejando de lado las preocupaciones económicas de muchos ciudadanos.
Una elección marcada por la necesidad económica
El impacto económico de la administración Biden ha sido una fuente constante de quejas, con un costo de vida en aumento y una percepción de inestabilidad en el futuro. La plataforma de Trump, en cambio, se centra en el crecimiento económico, la generación de empleos y el fortalecimiento de la economía nacional, y aunque su visión puede no ser el “capitalismo puro” de los manuales, su enfoque pragmático y nacionalista busca resultados inmediatos. No se trata de que Trump proponga un libre mercado sin restricciones, sino de un modelo donde el gobierno interviene para fortalecer la producción nacional, manteniendo fábricas y empleos dentro de las fronteras de Estados Unidos.
Sin embargo, esta no es una propuesta de laissez-faire, ni mucho menos. La economía que Trump quiere es una en la que el gobierno toma medidas para modificar el mercado en su beneficio. Como nacionalista, Trump busca impedir el desarrollo natural de un mercado globalizado al restringir la salida de industrias clave, un enfoque que para muchos es controversial pero que para otros es atractivo, especialmente en tiempos de crisis.
En este sentido, el mensaje de Trump apeló directamente al bolsillo de los votantes, y en un momento donde la economía está en el centro de la preocupación de la mayoría, eso fue suficiente para asegurar su victoria. Mientras la administración Biden-Harris parecía enfocada en temas culturales y sociales, Trump entendió que lo primordial para muchas personas era la seguridad económica y, por ende, su propia supervivencia.
El voto latino: más allá de la narrativa del racismo
Uno de los puntos más sorprendentes y comentados de estas elecciones fue el apoyo que Trump recibió de los votantes latinos. Este fenómeno ha sido objeto de muchas interpretaciones, pero es importante resaltar que el voto latino no representa un respaldo a las posturas controvertidas de Trump en temas raciales. En cambio, se trata de un voto pragmático y, en muchos casos, informado por las experiencias directas de los latinos con las políticas de izquierda en sus países de origen.
Muchos latinos en Estados Unidos provienen de naciones que han sufrido bajo regímenes socialistas o con economías controladas por el Estado, donde políticas como los controles de precios y la intervención estatal en el mercado han sido desastrosas. Por ello, cuando escucharon propuestas de Kamala Harris y otros demócratas que defendían una mayor intervención del Estado en la economía, no les resultaron atractivas. Para estos votantes, la idea de un gobierno que interviene constantemente en el mercado para corregir supuestas “injusticias” no es una garantía de bienestar, sino una advertencia de que la economía podría empeorar.
Este grupo de votantes sabe identificar las políticas que conducen a una economía controlada y, por ende, frágil. No se trata de que los latinos estén de acuerdo con todas las posturas de Trump, sino de que, como cualquier persona, priorizan la libertad económica sobre otros aspectos cuando la situación se vuelve difícil. En sus propias experiencias, saben que para tener una verdadera libertad –incluyendo las libertades individuales y sociales que suelen asociarse a la izquierda– primero necesitan una base económica estable.
Libertad económica versus libertades individuales: un ciclo interminable
La historia política de muchos países, y especialmente de América Latina, se caracteriza por un péndulo que oscila entre la derecha y la izquierda. En tiempos de crisis económica, la gente tiende a votar por candidatos de derecha, buscando la estabilidad financiera que necesitan para sobrevivir y prosperar. Una vez que esta estabilidad se alcanza, la atención se vuelve hacia los derechos individuales: luchas contra el racismo, la desigualdad de género, los derechos de la comunidad LGBTQ+ y la protección ambiental, todas cuestiones que suelen ser asociadas con la izquierda.
En esta elección, una vez más, muchos votantes estadounidenses se encontraron obligados a elegir entre un candidato que prometía libertad económica y uno que abogaba por derechos individuales. En el caso de Kamala Harris, uno de sus principales mensajes fue la defensa del derecho al aborto, una postura que resonó con algunos sectores, pero que se sintió desconectada de las preocupaciones más urgentes de muchos votantes. Además, cabe recordar que el aborto es una cuestión que se decide a nivel estatal en Estados Unidos, por lo que el enfoque de Harris fue visto como insuficiente para enfrentar la crisis económica en la que el país se encuentra.
Trump, por otro lado, apeló directamente a la economía y a las promesas de estabilidad financiera. Esta elección entre libertad económica y libertades individuales es frustrante para muchos, ya que plantea un falso dilema: la idea de que los votantes deben elegir entre una u otra. A diferencia de México, en Estados Unidos existen candidatos libertarios que ofrecen una visión alternativa, una en la que no hay necesidad de sacrificar una libertad para ganar otra. En lugar de estar atrapados en este ciclo de derecha e izquierda, los estadounidenses podrían abrir sus mentes y considerar esta tercera opción.
La oportunidad para el libertarismo
La victoria de Trump nos recuerda que, una vez más, los votantes se ven “obligados” a escoger entre una mayor libertad económica o una mayor libertad individual, cuando en realidad debería ser posible tener ambas. Los libertarios en Estados Unidos han estado defendiendo esta visión durante años, proponiendo una economía de mercado libre sin las intervenciones nacionalistas de Trump y defendiendo las libertades individuales sin las restricciones de los conservadores.
Invitar a los votantes a explorar esta opción y a escuchar las propuestas de los candidatos libertarios es una forma de romper con el ciclo. En lugar de elegir entre dos extremos que solo ofrecen soluciones parciales, los estadounidenses tienen la oportunidad de buscar un camino en el que tanto la libertad económica como las libertades individuales sean posibles. Es momento de abrir las mentes y reconocer que hay alternativas más allá de las opciones tradicionales.
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