“Lamento que este hombre (…) carezca de nobleza de alma. Estoy convencido de que la ambición personal más peligrosa ha corroído todo lo bueno en él. Se ríe de los tontos que repiten como loros su catecismo proletario, al igual que se ríe de los comunistas a la Willich (revolucionarios) y de la burguesía…”
Gustav Techow, acerca de Karl Marx
“La miga” del presidente López Obrador, fue la última burla de una larga y preocupante, pero sobre todo ilegal, serie de mentiras con las que se ha conducido la política durante este penoso sexenio.
“La miga” como definió sus declaraciones del VI informe de gobierno al mismo tiempo que admitió su falsedad, son esas afirmaciones como la reducción de homicidios, el estado del sistema de salud o en general el estado de la nación.
Se supone que “la miga” estaba destinada a que los medios de comunicación, que perezosos e imbuidos en la inercia de la narrativa sexenal, la iban a replicar con fingida sorpresa y dramática indignación. Esa parte la consiguió. El segundo objetivo, confesado en la misma mañanera, tres días después del discurso que hizo las veces de informe, era hacer enojar a los enemigos de la transformación. Esa también la consiguió y los tuiteros ‘se hicieron bolas’ con esa ‘bobita’.
La tercera y última intención, la más perversa tal vez, fue cagarse en sus paleros, defensores, aliados y propagandistas. Les hizo aplaudir cosas que ambos, aplaudidores y aplaudido, saben que son mentira. Mientras el sacerdote de la misa diaria de mentiras hacia el cantamisa en el zócalo, ¡ay, el vilipendiado zócalo!, los crédulos aplaudieron, los cínicos se regodearon y los propagandistas en jefe ya preparaban el argumento explicativo, ya fabricaban la estadística o maquillaban la tablita respectiva.
El vómito de mentiras y la ya clásica defensa abyecta se fundieron en un abrazo que debería hacer sonrojar a alguien, pero parece que no. Ni al emisor, ni al receptor, ni al sofista encargado de hacer creíble una bosta tan apestosa y estridente.
¿En qué punto los aplaudidores dejan de aceptar ser tratados como idiotas? ¿De verdad estamos condenados a movilizar masas de serviles voluntarios? ¿Dónde están los leones?
No parece que vayan a brotar espontáneamente.
Tal vez necesitamos una crisis explosiva. Esta ruta nos lleva a hiperinflación, acompañada de una casta familiar omnipotente y archirrica; esta ruta nos lleva a oligarquía, autoritarismo y represión; esta ruta nos lleva a una especie de pobreza llamada eufemísticamente autarquía que ofende lo mismo que se mete en la psique colectiva hasta crear una indefensión aprendida de niveles sociológicos que apenas se pinte de resistencia se apaga con unas horas de internet gratis.
Y los libertarios, nos negamos a creer que México esté hecho para eso.
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