Por Rubén A. Flores
La libertad, piedra angular de la libertad individual, es un concepto profundamente arraigado en los principios del libertarismo. Sin embargo, es crucial entender que no todas las expresiones de libertad se alinean con la esencia misma de la libertad. La libertad negativa, un principio clave de la filosofía libertaria, enfatiza la ausencia de restricciones externas sobre las acciones de un individuo. Para entender el concepto profundizaremos en lo que implica la libertad negativa y exploraremos los aspectos que no se alinean con sus principios fundamentales.
La libertad negativa afirma que un individuo es libre en la medida en que otros no interfieran en sus acciones. Simple, ¿no? No tanto. Esto implica la importancia de una intervención gubernamental limitada, permitiendo que los individuos persigan sus propios objetivos y vivan de acuerdo con sus propios valores. Le es esencia, además, velar por espacios para la autonomía, donde los individuos estén libres de coerción y control externo.
Una de las concepciones erróneas asociadas con frecuencia a la libertad es la idea de que implica una falta de responsabilidad social. La libertad negativa no aboga por una sociedad carente de cooperación o ayuda mutua. En cambio, enfatiza asociaciones e interacciones voluntarias, donde los individuos eligen relacionarse con otros según su propia voluntad. En tal sociedad, los individuos son libres de colaborar y formar comunidades sin la imposición de mandatos externos.
Otro aspecto a considerar es la idea errónea de que la desigualdad económica es sinónimo de violación de la libertad. La libertad negativa reconoce la importancia de permitir que los individuos cosechen las recompensas de sus esfuerzos, fomentando el espíritu emprendedor y la innovación. Esto choca frontalmente con el mercanilismo, el capitalismo de compadrazgo, la corrupción y la falta de transparencia en el uso de recursos compartidos y públicos. La verdadera libertad negativa prospera en un entorno donde el éxito económico se logra a través de transacciones voluntarias y competencia justa.
La idea de que la libertad negativa descuida el bienestar de los menos afortunados también es equivocada. Si bien aboga por una intervención gubernamental limitada, no desestima la importancia de los esfuerzos caritativos voluntarios y el apoyo comunitario. En una sociedad construida sobre la libertad negativa, los individuos son libres de contribuir al mejoramiento de su comunidad a través de sus propias elecciones, fomentando un sentido de responsabilidad y empatía.
Los límites de la libertad, pues no se establecen en la forma de cuotas o subvenciones, sean pecuniarias o de privilegio, sino en el reconocimiento del proyecto personal del otro y del establecimiento indubitable de los derechos propios, esto muy probablemente a través de los derechos de propiedad. La libertad negativa no ruega por ayudas, simplemente ejecuta en el espacio del respeto y el uso racional de los recursos propios y aquellos obtenidos en intercambios voluntarios.
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