El Acaparamiento de Bananas en la Isla de los Monos: Lecciones de Economía

Por Rubén A. Flores

Imagina una isla tropical habitada por una comunidad de monos. En este paraíso natural, las bananas son el principal recurso alimenticio. Cada día, los monos recolectan las frutas doradas para saciar su hambre. Sin embargo, en esta isla también vive un mono llamado Monkeyfeller, conocido por su habilidad para acumular bananas.

“Si un mono acumulase más bananas de las que pudiese comer, mientras la mayoría de los otros monos mueren de hambre, los científicos estudiarían al acumulador para descubrir qué demonios estaba sucediendo con él. Pero cuando un humano hace lo mismo, nosotros lo colocamos en la portada de la revista Forbes”. Frase célebre de un tal Karl Monx, aunque ingeniosa, requiere una reflexión más profunda. Primero, debemos distinguir entre bienes de consumo y capital. Las bananas son bienes de consumo. Fuera de las bananas que Monkeyfeller puede comer antes de que se echen a perder, el resto no representa riqueza duradera, no es capital. Si Monkeyfeller quiere convertisr sus bananas en riqueza y, en efecto, aparacer en la portada de Forbes, deberá hacer otras muchas cosas para que sus bananas le representen ese honor: plantarlas, venderlas, cambiarlas, transformarlas… Mientras sólo se siente sobre ellas a disfrutar de su bendita pila de bananas, eso sólo lo convertirá en el mayor acaparador de moscas.

Para entender mejor, imaginemos que los monos viven en una isla aislada donde no pueden importar bananas. La frase asegura que Monkeyfeller ha acaparado más bananas de las que puede consumir, al grado que ha provocado una hambruna. Aún así, la escasez de bananas provocada por el acaparamiento aún deja espacios para otras soluciones en un mercado libre:

a) El precio de las bananas sube.

b) Otros bienes de menor o igual precio que las bananas se vuelven más deseados.

c) Otros productores de bananas, que tienen menos cantidad que Monkeyfeller y menos incentivos para acaparar, venden sus bananas a un precio más bajo que el provocado por la escasez.

Malas noticias: antes de que el mercado pueda autorregularse, un mono llamado Monkeynes propone una solución radical: “imprimir más bananas”. Aunque la intención pueda ser buena, crear una mercancía artificial con valor artificial no respaldada por el crecimiento de la producción general en el mercado de la isla de los monos produce una distorsión en todos los precios de los productos disponibles en la isla.

En lugar de ayudar, Monkeynes condena a toda la isla a un problema más difícil de resolver.La intervención de Monkeynes causa una inflación masiva. Las bananas “impresas” pierden rápidamente su valor, y los monos descubren que los precios de todos los productos han subido sin control. La situación se torna crítica, y la isla parece estar al borde del colapso económico.

En este punto, entra en escena Bananius, un emprendedor que siempre ha creído en el valor del libre mercado. Bananius observa la acumulación de Monkeyfeller y decide aprovechar la oportunidad. Empieza a vender sus bananas a un precio marginalmente más bajo, atrayendo a los monos hambrientos que no pueden permitirse los precios inflados. No son las mejores bananas del mundo, pero aplacan al hambre y a diferencia de las bananas artificiales de Monkeynes, sirven de algo.

El éxito de Bananius no solo desafía a Monkeyfeller y desbarata el plan de Monkeynes, sino que también inspira a otros monos a buscar alternativas. Algunos comienzan a cultivar nuevas plantaciones de bananas, mientras que otros descubren frutas diferentes que pueden servir como sustitutos. La isla, que inicialmente parecía destinada a la hambruna por el acaparamiento de Monkeyfeller y la intervención malograda de Monkeynes, se convierte en un ejemplo vivo de cómo el libre mercado encuentra soluciones.

En conclusión, no es una tragedia que un mono decida acaparar bananas, siempre que no haya robado las bananas o la tierra de donde obtuvo los frutos. En un mercado libre, el sistema de precios fomentará la competencia y la innovación. El ejemplo de Bananius demuestra que, incluso en una isla con recursos limitados, la libertad económica puede llevar a la prosperidad.

Por cierto, voy a vender panqué de plátano la próxima semana. Solo necesito que un chango me venda unas cuantas, ahora que están madurando rápidamente.

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