
De vez en cuando, surge en redes sociales una idea aparentemente seductora: “Si Elon Musk (o cualquier multimillonario) repartiera su fortuna, nos tocaría a cada persona X cantidad de dinero”. Dependiendo del cálculo, algunos aseguran que cada estadounidense recibiría decenas de miles de dólares; otros, más optimistas, claman que cada persona en el mundo podría volverse millonaria. Suena maravilloso, ¿no? El problema es que esta idea es matemáticamente absurda y económicamente inviable.
El Valor No Es Dinero en Efectivo
El error fundamental de este argumento es confundir “valor neto” con “dinero líquido”. Cuando se dice que Elon Musk tiene una fortuna de más de 200 mil millones de dólares, no significa que tenga una cuenta bancaria con esa cantidad en efectivo lista para repartir. Su fortuna está compuesta por acciones, propiedades, participaciones en empresas y otros activos cuyo valor está ligado al mercado y a la operación de sus negocios.
Si Musk intentara vender todas sus acciones de Tesla de un día para otro, el precio de estas se desplomaría. No solo él perdería dinero en el proceso, sino que la empresa misma vería comprometida su capacidad de operar. La riqueza de Musk es, en gran parte, una estimación basada en la confianza del mercado, no una pila de billetes que pueda distribuirse sin consecuencias.
Bajo este primer escenario, dado que una empresa que de la noche a la mañana decidiera liquidar sus activos perdería entre el 50 y 70 por ciento de su valor a las horas del anuncio, basados en estimaciones teóricas y ejemplos históricos como la salida de Steve Jobs de Apple. La realidad es que, de entrada, los supuestos beneficiarios recibirían entre un 10 y un 15 % de lo que esperaban, además de la pérdida de valor en toda la economía debido a la destrucción de cadenas productivas, empleos y producción.
Esta situación de recibir dinero gratis, además, es comparable a la de muchos ganadores de lotería que, al recibir una gran suma de dinero de manera inesperada, no saben cómo gestionarla adecuadamente. Según un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), los ganadores de la lotería tienen más probabilidades de declararse en bancarrota cinco años después de reclamar su premio que un estadounidense promedio.
Aunque a otra escala, permítanme una disgresión, esto no es distinto del por qué fallan las “ayudas directas” con que los gobiernos administran (que no combaten) la pobreza. La verdadera riqueza es la posibilidad de crearla que viene de la Libertad de actuar y la posibilidad de conservar el fruto de lo ganado honestamente.
El Verdadero Escenario: Recibiendo una Parte del Imperio
Supongamos que, en lugar de recibir dólares en efectivo, cada persona recibe una porción proporcional de las empresas y bienes de Musk. Cada “beneficiario” ahora tendría:
- Acciones de Tesla, SpaceX, Neuralink y otras empresas.
- Un pedazo de fábricas, infraestructura y oficinas.
- Inventario de autos, cohetes y tecnología en proceso de producción.
- Responsabilidades contractuales, como pago de nóminas, deudas y bonos a inversionistas.
El resultado sería un caos absoluto. Sin la dirección centralizada de Musk y sus equipos, las empresas perderían eficiencia y valor. Muchas personas intentarían vender su “parte”, pero sin compradores dispuestos a pagar lo mismo que antes, los precios colapsarían. En poco tiempo, los activos distribuidos se convertirían en deudas impagables y propiedades difíciles de liquidar.
El Valor Intangible de los Empresarios
Es fácil despreciar a los multimillonarios y reducir su papel a simples acumuladores de dinero, pero su verdadera contribución no está en su cuenta bancaria, sino en su capacidad de construir y dirigir empresas que generan empleo, innovación y bienes que la sociedad demanda. Musk no solo tiene dinero; tiene una visión que ha hecho posible avances en energía renovable, exploración espacial y transporte eléctrico. Su empuje ha permitido que industrias enteras evolucionen y que nuevas tecnologías lleguen al mercado.
No necesitamos admirar a estos empresarios como figuras personales, pero ignorar su impacto real y su papel en la economía es caer en una simplificación peligrosa. La riqueza, cuando está invertida en empresas funcionales, crea más valor del que podría generar si simplemente se distribuyera sin estrategia ni contexto económico.
La próxima vez que alguien proponga repartir la fortuna de un magnate, pensemos si queremos billetes en la mano o una caja llena de deudas, contratos y líneas de ensamblaje inservibles.
La única forma de empeorar este panorama, se me ocurre, sería hacerlo a través del Estado.
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