En el ring de la batalla de ideas todo término es un concepto cargado emocional e ideológicamente. Términos como capitalismo suelen generar polémicas intensas. Mientras unos le achacan la personalidad misma del diablo y lo definen como el origen de todos los males, otros lo defienden fervorosamente.
Sin embargo, una visión verdaderamente libertaria nos invita a hacer una distinción crucial: el capitalismo que defendemos no es el que está simbolizado por empresarios aliándose con gobiernos, pidiendo regulaciones favorables, ni por corporaciones buscando subvenciones. Lo que defendemos es el propietarismo, la ética de la propiedad privada y el respeto por las transacciones voluntarias.
No estamos peleados con Smith, sino con Marx
El término capitalismo, que se usa con ubicuidad, fue creado por los socialistas previos a Marx y fue popularizado por éste como una peyorativo facilón, una terminajo nodriza en que se engloba todo un sistema complejo bajo el falso manto de la opresión. Si bien Marx usó el término con fines ideológicos, su sentido ha evolucionado.
Para los libertarios lo primordial del sistema no es la acumulación de medios productivos ni la conservación de los existentes an las mismas manos que se encuentran hoy. No debe ser esa la finalidad de los sistemas económicos, políticos o de justicia. La finalidad es la defensa de toda propiedad, empezando por la del cuerpo y sumándole a ella toda la propiedad adquirida con justicia.
Aclaremos, Adam Smith, quien podría considerarse uno de los fundadores del pensamiento económico clásico, nunca habló de capitalismo, sino de los beneficios del libre mercado y la cooperación espontánea entre individuos. Para Smith, el crecimiento económico derivaba de la capacidad de los individuos de intercambiar y especializarse en condiciones de libertad, no de la acumulación de riqueza de unos pocos privilegiados a costa de los demás, tema que incluso critica en sus Sentimientos Morales.
Mercantilismo Moderno: El Capitalismo de Amigos
Por eso consideramos un deterioro de la libertad las alianzas entre grandes corporaciones (sí, aquí si podemos hablar de grandes corporaciones) que se alinean con el gobierno, manipulando regulaciones para proteger sus intereses y erosionando la competencia y la verdadera libertad de mercado.
Si observamos los gigantes empresariales de hoy, vemos que muchos de ellos no prosperan en un entorno de competencia abierta, sino que recurren a su influencia política para mantener privilegios. En lugar de competir de manera genuina, buscan captura regulatoria y ventajas a través de leyes y subsidios que los favorecen a ellos pero aplastan a sus competidores más pequeños. Este “capitalismo de cuates” es la antítesis del laissez-faire y del auténtico mercado libre, en el que cada individuo o empresa debería poder prosperar sin interferencias ni privilegios.
Aquí es donde el enfoque libertario en la propiedad privada se distingue del mero “capitalismo” entendido como el apoyo ciego a cualquier empresario o conglomerado. El verdadero propietarismo se centra en la defensa de la propiedad legítimamente adquirida y los derechos individuales, no en la acumulación de capital a cualquier costo. Porque, al final, el capitalismo sin principios de propiedad legítima y respeto por el libre mercado degenera en una versión moderna del mercantilismo, uno donde el gobierno y las élites corporativas se benefician a costa del ciudadano común.
Propietarismo: La Libertad de Propiedad, No de Poder
Propietarismo significa defender la libertad individual de adquirir, utilizar y disponer de la propiedad como mejor le parezca, siempre que no viole los derechos de otros. Es también un llamado a proteger estos derechos de cualquier forma de abuso: ya sea del gobierno que impone regulaciones asfixiantes, o de corporaciones que buscan eliminar a sus competidores aliándose con el poder político.
El objetivo libertario es proteger el derecho de cada persona a disfrutar de los frutos de su trabajo, no proteger a grandes capitalistas que han construido fortunas aliándose con el poder. En una verdadera economía de mercado, la riqueza se obtiene sirviendo a los demás a través del intercambio voluntario y la competencia honesta. Cualquier desviación de estos principios –ya sea en forma de privilegios, subsidios, o regulación anticompetitiva– distorsiona el mercado y sacrifica la libertad económica.
La Llamada Libertaria: Defender Principios, No Personas
En última instancia, los libertarios defendemos principios, no personas. No defendemos a grandes empresarios ni a corporaciones que buscan beneficios especiales, sino a la libertad de cada persona a trabajar, intercambiar y prosperar sin interferencias arbitrarias. Defender el mercado libre no significa defender a los ricos por ser ricos; significa defender a cualquiera que, mediante el esfuerzo propio y sin violar los derechos de otros, haya alcanzado el éxito.
Para construir una sociedad realmente libre, no necesitamos ídolos ni iconos de capital, sino individuos conscientes de que la libertad es un derecho y una responsabilidad. Nuestro llamado es a centrar la lucha en los principios de la propiedad legítima y el mercado libre, alejándonos del espectáculo del capitalismo de amigos y de la acumulación de riqueza como fin último.
Propietarismo es una idea que debe resonar entre todos los que valoran la libertad, y nuestra misión es recordarle al mundo que la propiedad privada es la piedra angular de la prosperidad y la paz. La verdadera revolución libertaria no se trata de alabar a los ricos, sino de defender a cada persona en su derecho a ser dueño de su propia vida y sus decisiones.
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